El día se me estaba haciendo muy largo, la claridad y el brillo del sol me estaban volviendo loco. Solo de pensar en que la noche duraría igual que el día me desesperaba, jamás entenderé como la gente en un día como este, le da por ir a la playa, hacer hogueras, ponerse como perros y follar como monos.
Soy un enamorado del mar, he visto amaneceres y atardeceres frente a él, y no hay nada más sublime que el cuerpo de una mujer entre tus brazos mientras la luna se oculta y el sol aparece, rozándose, como dos amantes malditos condenados a verse solo unos segundos. Por qué este día, pudiendo disfrutar de más belleza cualquier otro. Jamás lo entenderé.
Llego a casa, y con rabia empiezo a quitarme la ropa, me quedo totalmente desnudo, es una costumbre que tengo de siempre, no es que tenga un cuerpo perfecto, pero es lo que hay y esa sensación de libertad me gusta. Voy a las estanterías y elijo un libro al azar “El Gusano del Mezcal”, recuerdo cuando leí ese libro, fue en verano y me dejo impresionado, me gustó y al verlo, vagos recuerdos me vinieron a la mente, decidí volver a leerlo. Después de media hora, noto como el cansancio se va apoderando de mí y dejo que el sueño haga su trabajo.
Dicen que la Noche de San Juan es mágica, es posible para quien lo crea, yo particularmente no creía en ello, pero lo que os voy a contar me hizo cambiar radicalmente de parecer. Cansado y derrotado por el sueño, decido irme a la cama, al pasar a la habitación y aturdido por la somnolencia noto algo extraño, me ha parecido ver en mi cama una figura, si, una silueta de mujer,
-Joder.
Se me pasó toda la tontería del sueño en lo que tarde en abrir y cerrar los ojos, frotármelos y asegurarme que efectivamente era una mujer. Se veía totalmente desnuda, radiante y por la claridad de la luna esplendorosamente bella. Me quede unos minutos admirando su precioso cuerpo, lo fui recorriendo con la mirada milímetro a milímetro, empecé por los dedos de sus pies (uñas pintadas) sus tobillos y pantorrillas perfectamente alineadas, estilizadas, dando paso a unos muslos eróticamente perfectos y deseosos de ser acariciados. Las piernas ligeramente separadas, me ofrecían la visión de un coño ligeramente rasurado en el cual podía apreciar como tímidamente sobresalía el clítoris. En ese momento note como mi pene tomaba fuerza, una erección dura se apoderaba de él, sentía la necesidad de continuar, viajar por ese precioso cuerpo, su ombligo me fascinó y de él a sus pechos fue como regresar al paraíso. Ahí estaban, de dimensiones perfectas, de ellos sobresalían dos turgentes pezones, perfectos para ser lamidos y provocar en esta preciosa hembra el comienzo de un placer que la volvería loca de deseo.
Me acerque lentamente a la cama y sin pensarlo dos veces fui rozando mis labios desde sus pies hasta por encima de sus rodillas, alternándolos, sin prisas… A la altura de sus muslos mis labios dejaron paso a la lengua que húmeda y caliente dejaba un reguero de placer, recorriéndolos hasta sus caderas. Ella, con un gesto descuidado abrió las piernas, aproveché la ocasión para lamer el interior de sus muslos, con deseo contenido, pase mi lengua por ese clítoris antes tímido, ahora arrogante, duro y agradablemente cálido. Sus piernas estaban ahora totalmente abierta y yo acariciaba con mi lengua la zona interior de su ingle, el exterior de su vulva; con delicadeza, abrí ese precioso coño que ahora si me mostraba un clítoris deseoso de ser comido, acerque mi boca a él y lo rodee con mis labios, con ritmo acompasado lo iba adsorbiendo de delante hacia atrás, donde parar solo significaba para mi, agitarlo con la punta de mi lengua, ella empezó a mover sus caderas casi al ritmo de una danza balinesa, primero lento muy lento, después más rápido hasta acoplarse al ritmo de mis labios y lengua. Yo me dejaba llevar haciendo con mi boca lo que mis sentidos me dictaban, la presión en mi polla era bestial, la necesidad de acercar mi capullo a ese clítoris turgente era más que una necesidad… mi religión; ella me cogió de la cabeza y me apretó con fuerza hacia su coño, movía sus caderas agitadamente, sus gemidos, resonaban en mi cabeza y comenzaban a danzar dentro de ella haciéndome volver loco de placer, mi polla estaba tan dura que un leve hilillo de pre semen corría de él, a la par, yo iba bebiendo ese licor-néctar que ella me iba dando, fueron momentos de una excitación brutal donde solo acerté a escuchar una voz que decía,
- nene, me estas volviendo loca, pero no quiero correrme aún.
Lentamente fui bajando el ritmo hasta apartar mi boca de su coño, subí poco a poco por su vientre hasta su ombligo, dios, como me gusta jugar en el, después hacia sus pechos, mientras con una mano masajeaba uno de ello y mis dedos jugaban son su pezón, mi lengua rodeaba su aureola dejando escapar mi cálido aliento en el pezón del otro, sus pezones duros y grandes me excitaban mucho, mi lengua pasaba del uno al otro a la vez que escuchaba de nuevo ese canto de sirena que eran esos gemidos que segundos antes me volvían loco, estuve en ellos todo el tiempo que consideré necesario, después, entrelacé mis dedos en los suyos y subí las manos por encima de su cabeza, ella ladeo su cabeza ofreciéndome su cuello, yo sentado a horcajadas sobre su vientre y con mi polla en sus pechos, me acerque a besarlo, otra vez mi lengua fue paseando por él, mis labios besaban el lóbulo de su oreja y mi lengua jugaba con él, su cabeza se movió y con idéntico ritual volví a repetir mi recorrido en la otra parte de su cara. Verla así, con las manos sujetas por encima de su cabeza y dominada por mí, me hizo sentir algo que nunca antes había notado, sentía que realmente la poseía, que ella se había dejado capturar y se entregaba a mí, a todo el placer que fuera capaz de satisfacerle.
Con delicadeza la libere y susurrando le dije al oído,
- date la vuelta.
Ella no se lo pensó dos veces y asintió sumisa, yo, ligeramente incorporado fui acariciando con la yema de mis dedos su espalda hasta llegar a sus nalgas, ahí le dibujaba arabescos sin apenas rozarla, pero sintiendo su piel en mis dedos, gemía y mi polla necesitaba sentir el calor del interior de su cuerpo, me puse detrás de ella y apreté fuerte sus caderas, con un gesto de mis manos deslicé sus nalgas hacia arriba, su coño se me mostró y sujetando mi polla con una mano apunté hacia él, el primer calor lo recibió mi capullo duro y caliente, luego, lentamente lo fui introduciendo en ella, empujó hacia atrás y entré totalmente yo comencé mi danza particular y ella no tardo en acoplarse a mí, mi ritmo era cada vez más rápido, los golpes de mis caderas en sus nalgas resonaban en toda la habitación y sus gemidos eran cada vez más fuertes y continuados, solo el tono de su voz rompía esa dulce canción, con voz agitada me dijo,
- Dios nene, me estas volviendo loca, no puedo más, quiero correrme en tu boca.
Saque mi polla a mi pesar de su coño y ella acostada sobre su espalda me ofreció su coño que yo vehemente comencé a lamer, quería beber hasta la última gota de él, quería absorber su alma a través de su clítoris y sentir que mi vida siempre estuvo destinada a la magia de conocer un ser así.
Sus gemidos, risas y ese grito largo y continuado fue el aviso de que ella había llegado al clímax, se estaba corriendo con toda su alma y no pude evitar sin dejar de lamerla, mirar hacia arriba y verle la cara…
No espere mas, me incorporé y levantándole las piernas la penetre con una locura que a cada envite de mis caderas ella respondía con gemidos de placer, no quería correrme, sentía la necesidad de estar así en ese perpetuo estado de placer-clímax que me estaba volviendo loco y a ella también, así permanecí lo que pude, en esos instantes todos lo que lo han vivido, saben que pasan rápido, yo, solo acerté a decirle…
- deseo correrme en ti, siente mi vida dentro de ti.
A ella solo se le escapo una lagrima.
Después de un tiempo relajado aun dentro de ella, apoyé mi cabeza sobre su ombligo, nos dormimos. Me desperté sobre saltado, tenía las piernas manchadas de algo pegajoso, el libro estaba en el suelo y mi pene descansaba flácidamente sobre mis testículos. Miré la hora, dios se me hace tarde una ducha rápida y a desayunar en ese “bareto” donde siempre iba y que la señora todos los días me decía,
- buenos diasss, guapetón.
A lo que yo siempre pensaba, joder, tiene que graduarse la vista esta señora.
Salí de casa esa mañana con la sensación de haber tenido el sueño de mi vida, el que nunca llegare a ver cumplido, pero qué coño, noches de San Juan solo hay una al año y este año la magia me toco a mí. Como todas las mañanas la señora del bar me dijo la frase acostumbrada, yo le pedí lo mismo de todas las mañanas y me senté como todas las mañanas, en la mesa de la cristalera del bar a ojear el periódico y tomar el desayuno tranquilamente. Jamás olvidaría (pensé) la cara de mi mágica mujer. Ensimismado en mi lectura escuché de lejos una voz en la barra del bar, pedía que le accionaran la maquina del tabaco, miré, se me puso una cara de gilipollas, que flipaba, era ella, joder que si era ella, idéntica, jamás olvidaría la cara de la mujer de mi sueño, jamás. Ella, recogió su tabaco y cuando salía, sin pensármelo, como empujado por un resorte, me levante, y acercándome a ella le dije, entre tímido y valiente,
- perdona, se me olvidó decirte… que me gustas.
Ella me respondió,
- es posible que tu a mi también, pero eso no lo sabrás nunca, si no aprendes a creer en tus sueños.
Barri